Desde “pisan la frente del húmedo arenal” a “Declara írritos, nulos, disueltos..”
196 años nos separan de aquel 25 de agosto de 1825, donde se declara la independencia oriental, idea compleja, fruto de un proceso de maduración y de crecimiento que podemos rastrear en la Historia nacional. Ya Artigas la menciona en las Instrucciones de 1813, en su artículo primero, sin despreciar por ello la federación con las provincias argentinas.
Mas, en 1825 el Prócer ya no está, se encuentra en Paraguay su destino físico final. Pero en 1825 hubo otros genios, fueron otras las manos que levantaron las banderas y reabrieron la esperanza.
La por entonces Provincia Cisplatina, perteneció al Imperio Portugués primero y desde 1822 al Imperio de Brasil, bajo el poder de Don Pedro I, pasamos a integrar ese imperio, con el gobierno local a cargo del Vizconde de la Laguna Carlos Federico Lecor, que tanto intentó congraciarse con los orientales, que hasta contrajo matrimonio con una habitante de Montevideo Quiteria Luisa Buys Krusse. Pero las mieles terminaron pronto, y hasta aquellos que otrora apoyaran la invasión rápido se dieron cuenta que el romance con los brasileros había terminado.
Fue en 1823 que un fallido intento revolucionario, retomó la causa de la independencia, y puso en alerta a los invasores, la situación no estaba controlada ni mucho menos, eran dueños sólo del suelo que pisaban, el espíritu de libertad había vuelto.
La nueva entrada en Montevideo de Lecor, trajo la huida de Juan Antonio Lavalleja, a Buenos Aires donde con otros patriotas, recibieron refugio de un gobierno porteño que sin involucrarse directamente con la causa oriental por los menos, dejó hacer. América toda era libre, menos el suelo oriental, que festejó en secreto el triunfo bolivariano en Junín también en agosto pero de 1824. Desde Buenos Aires, se organizó la “Cruzada”, cruzar el Río Uruguay no era tarea fácil, pero el 19 de abril, eludiendo la vigilancia brasilera, llegan a La Agraciada, hecho inmortalizado en el famoso cuadro del pintor Juan Manuel Blanes y en los versos del Poeta de la Patria que resumió el desembarco diciendo “pisan la frente del húmedo arenal…”
Lavalleja comienza a adentrarse, junto a los patriotas, en el territorio nacional. A los pocos días se produce el confuso “Abrazo del Monzón” donde los compadres Lavalleja y Rivera se encuentran y ambos unidos van en pos de la libertad. La patria está en llamas, el fuego libertario recorre la campaña. Los amos brasileros están preocupados.
El gobierno provisorio se instaló en la Villa de la Florida, con la inmensa tarea de tomar las riendas jurídicas del movimiento, organizar la patriada, nada menos!
En Florida, con la solemnidad y la humildad de las circunstancias que los rodeaba, la Honorable Sala de Representantes, proclama con emoción “..írritos, nulos, disueltos todos los actos de incorporación…. al imperio de Portugal, y el Brasil …”
Así, sin más retomamos nuestro destino, reasumimos nuestra soberanía, para hacerla nuestra, para poner en la Piedra Alta pie firme para llevar ahora por las armas lo resuelto por la Sala de Representantes en la Declaratoria.
Faltaba todavía, había que luchar en Rincón y Sarandí para imponer la decisión adoptada en Florida y corroborar así la voluntad oriental, tanta veces cuestionada.
La Ley de Independencia se acompaña de otras tan importantes como la Ley de Unión y la de Pabellón, leyes fundamentales fueron llamadas, pero hay más, de la misma fecha gloriosa, como la de libertad de vientres, y la prohibición del tráfico de esclavos.
Seguramente hubo largos festejos, con empanadas amasadas por las mujeres, algún aguardiente para emborrachar el sueño y con candombe de los esclavos, la patria estaba en marcha.
Honremos hoy nuestra Historia, honremos el sacrificio de aquellos que nos legaron con pasión el honorable título de Orientales.
Escrito por: Profesora Liliana López.